A la salida de la Reunión nos sorprende una gran manifestación del Orgullo Gay.
A la salida de la Reunión nos sorprende una gran manifestación del Orgullo Gay.
A la salida de la Reunión nos sorprende una gran manifestación del Orgullo Gay. Aquí en la icónica esquina de Florida y Diagonal Norte.
A la salida de la Reunión nos sorprende una gran manifestación del
Orgullo Gay. Aquí en la icónica esquina de Florida y Diagonal Norte. El vetusto e histórico Edificio Bencich observa con asombro....
"A las cinco en verano, a las seis en
invierno, infalible, fatal, como la marcha de un astro, la maldita
campana empezaba a sonar". Miguel Cané, ex alumno, político y escritor,
reflejó en
Juvenilia el palpitar de un Colegio Nacional de Buenos Aires que
educó a esas generaciones de hombres notables que fueron forjadores de
la historia de una nación. Escribió con conocimiento de causa. Él fue
uno de los miles de alumnos que pisaron esas baldosas centenarias.
Plasmó con precisión el pulso de una vida estudiantil esforzada, de
reglas rigurosas. Algo, mucho, de todo eso, aún se respira en los
pasillos y claustros de esta institución de inflexible academicismo
cobijada en el
imponente edificio
que es uno de los baluartes arquitectónicos de la ciudad.
Cada jueves y sábado, siguiendo los pasos de Cané por
claustros y salones especiales, el viaje iniciático es posible y sin
necesidad de pertenecer a la institución. Las visitas guiadas al Colegio
Nacional de Buenos Aires son un verdadero atractivo para los que les
interesa husmear en esa ciudad del tiempo aquel. Un recorrido que se va
enhebrando entre datos, anécdotas, el recuerdo de los insignes que
pisaron esas losetas y las características físicas de un monumento
arquitectónico de notable valor. "Los alumnos tienen un amplio sentido
de pertenencia con este lugar, el Nacional Buenos Aires no es un colegio
más", explica a LA NACIÓN Lucas Canali, guía experto que acompaña a los
visitantes en cada recorrida por el histórico solar que linda con la
Iglesia de San Ignacio de Loyola y fondea con la Manzana de las Luces,
conjunto arquitectónico colonial construido por los Jesuitas a fines del
siglo XVll. "El Colegio Nacional de Buenos Aires forma parte de ese
conjunto histórico fundacional, aunque ha sufrido varias
transformaciones", explica el guía que, como ex alumno, sabe lo que
significa ser parte de este sitio de valores tangibles y emocionales.
El frente con techo a la mansarda anticipa una
experiencia enriquecedora. Ascender los peldaños de la imponente
escalera que parte del umbral de Bolívar 263, a tan solo doscientos
metros de la Plaza de Mayo, es iniciar un camino en la historia, un ir
hacia los tiempos fundacionales de una ciudad y un país, con deseos de
independencia y bonanza. De hombres y mujeres formados que, en la
severidad de la academia, fueron referentes excelsos en diversas
disciplinas científicas e intelectuales. Alcanzar el último escalón, y
atravesar el pórtico principal, es encontrarse cara a cara con un pedazo
vivo de la historia y con un presente que sigue construyendo ilustrados
con vistas al futuro.
Luego de realizar el recorrido, prácticamente no queda
rincón por descubrir. "Tratamos de organizar un paseo bien completo
donde se pueda apreciar el valor del edificio, repasar los puntos
salientes de cada época y orientar sobre el funcionamiento del colegio
actual", enumera el guía.
Abrazar la historia
"Estudiábamos seriamente en el Colegio, sobre todo los
tres meses que precedían los exámenes, en los que el gimnasio y los
claustros perdían su aspecto bullicioso, para no dejar ver sino pálidas
caras hundidas en el libro, pizarras llenas de fórmulas algebraicas, y
en los rincones, pequeños Sócrates.", rememoraba Miguel Cané en su
Juvenilia. Y algo de eso es lo que se puede observar en la visita
de los jueves, diferentes a la tranquilidad de los sábados menos
poblados.
Más allá del ampuloso vestíbulo central, abrazado por
escaleras de mármol de carrara y que luce una columna del edificio
original del 1800, se accede al Claustro Central separado por los
pórticos de madera y vidrios repartidos: "Este es el lugar donde los
alumnos realizan las asambleas del Centro de Estudiantes. Además, es el
espacio de participación política porque el colegio siempre acompañó los
movimientos del país", explica el guía. Referencias a diversos partidos
políticos se plasman en las paredes. Una imponente gráfica titula:
"Nunca Más el silencio" junto al rostro de los alumnos desaparecidos o
detenidos víctimas del terrorismo de Estado.
"Tuvo varias denominaciones. La de mayor peso específico
fue Real Colegio de San Carlos, fundado en 1772, en honor al Rey Carlos
lll de España. Estamos hablando de la época colonial y de la institución
en la que se educaron los revolucionarios de Mayo. Funcionaba en la
Manzana de las Luces, pero no en este edificio", aclara nuestro joven
guía que no duda en rememorar a cada paso sus tiempos, nada lejanos, de
estudiante de esta casa.
Se denominó, desde 1818, Colegio de la Unión del Sud. En
1821, se estableció la Universidad de Buenos Aires y, dos años después,
bajo la tutela de esa casa de estudios, se comenzó a denominar Colegio
de Ciencias Morales. Eran tiempos de disciplina muy rígida. Entre sus
alumnos se contaban Miguel Cané, Esteban Echeverría, José Mármol y
Carlos Tejedor, entre otros ilustres de la denominada Generación del
´37. Por aquellos tiempos, Domingo Faustino Sarmiento se lamentó de no
haber sido becado, tal lo dejó sentado en sus
Recuerdos de Provincia. Colegio de los Jesuitas fue la
denominación previa a la de Colegio San Ignacio. Los Jesuitas llegaron
de la mano de Juan Manuel de Rosas, quien también los expulsó por
considerar que conspiraban junto con los Unitarios. El colegio sufrió
clausuras y fue termómetro de los vaivenes políticos y sociales de un
país con ADN ajetreado y dividido. Hasta funcionó como cuartel cuando la
realidad lo imponía, como sucedió en 1810. Finalmente, ya con el país
unificado, el 14 de marzo de 1863, mediante un decreto, el Presidente de
la Nación Bartolomé Mitre funda el Colegio Nacional de Buenos Aires. A
partir del decreto del 4 de noviembre de 1911, firmado por el ex alumno y
entonces presidente Roque Sáenz Peña, el colegio se incorpora a la
órbita de la Universidad de Buenos Aires.
Afuera del Buenos Aires, como se lo conoce popularmente,
el ritmo de la ciudad es intenso. Adentro, se percibe más calmo, a pesar
de estar habitado por parte de sus 2000 alumnos y 500 miembros que
integran el personal docente y no docente. "En algún tiempo, tenía la
modalidad de pupilaje, pero solo eran aceptados los alumnos que tenían
doble apellido español. Por eso, Mariano Moreno era uno de los alumnos
que no podían quedarse a dormir", explica el guía dando pinceladas de
una dinámica pasada que bien radiografía aquel acontecer del país.
El monumental edificio actual fue proyectado por el
arquitecto francés Norbert Maillart, un ícono del Academicismo. La
piedra fundamental data de 1908, pero en 1938 se dieron por culminadas
las obras. Pertenece a la École des Beaux-Arts parisina en una versión
monumentalista. El arquitecto también es el responsable del Palacio de
Tribunales y el Palacio de Comunicaciones, popularmente llamado Correo
Central, actual sede del CCK. "Si se observan las fachadas de ambos
edificios, se encontrarán muchas similitudes", explica el guía.
Carlos Saavedra Lamas y Bernardo Houssay, ambos coronados
con el Premio Nobel, fueron egresados de la institución. Jefes de
Estado como Carlos Pellegrini o Marcelo Torcuato de Alvear y miembros de
la Corte Suprema de Justicia fueron educados aquí. Más acá en el
tiempo, Hernán Lombardi, Axel Kiciloff y Martín Lousteau son algunos de
los alumnos que cobraron trascendencia por su participación en la vida
política. En 1959 pasó a tener una modalidad mixta, pero hasta ese
entonces, solo algunas pocas mujeres pudieron cursar sus estudios, sobre
todo las interesadas en Medicina y Farmacia. Enhorabuena, los tiempos
cambiaron. De hecho, hoy, este colegio pre universitario tiene a la
licenciada Valeria Bergman como Rectora.
Un paseo fascinante
Una vez que se deja atrás el Claustro Central, se accede
al patio descubierto, donde el mirar hacia arriba permite encontrar
rápidamente la cúpula del Observatorio Héctor Ottonello. Allá vamos.
"Aquí se dicta Astronomía, materia que es obligatoria para los alumnos
del sexto año con orientación de Exactas". Pero también se ofrecen
talleres específicos. Como no podía se de otra manera, el lugar está muy
bien custodiado por un alumno que desborda enamoramiento por esta joya
escondida de la ciudad a la que se puede acceder en las visitas guiadas
de los días sábados y en la jornada de La Noche de los Museos. Las
instalaciones comprenden un aula para las clases teóricas, dos terrazas
de observación y una cúpula rotatoria para alojar los instrumentos más
grandes como el telescopio catadióptrico de 305 mm de diámetro y 3048 mm
de distancia focal.
El recorrido continúa por los amplios pasillos de
revestimientos de cerámicas originales y pisos de época. A los costados
se emplazan las aulas, la gran mayoría con sus pupitres de madera
originales que incluyen el famoso hueco redondo para anclar el tintero.
Cada una cuenta con una plataforma elevada donde se ubica el escritorio
del docente, concebido en tiempos donde esa disposición también hablaba
de rangos.
Mientras avanza la visita muy bien calefaccionada por la
caldera central, en el microcine un docente ofrece una charla sobre arte
con imágenes de pinturas reconocidas. La sala de proyecciones es
espléndida. Butacas de cine y un gran proyector antiguo en la puerta
enmarcan este mojón. A unos pocos pasos se encuentra el acceso a uno de
los túneles históricos que conectan con la Manzana de las Luces y el
viejo fuerte. Acá solo vale imaginar porque no está habilitado su
tránsito.
Hasta 1982 en el colegio funcionó un polígono de tiro.
"La actividad era obligatoria para los varones que cursaban el quinto
año. Se practicaba en tres posiciones. Pero, cuando sucedió la Guerra de
Malvinas, se discontinúo la actividad", explica Canali.
El busto de Miguel Cané saluda la marcha. Ahora es tiempo
de acceder al formidable natatorio climatizado. "Nadie egresa sin saber
nadar", sostiene el guía. El Nacional Buenos Aires le ha dado
importancia a los deportes. En el edificio también funciona un espacio
con tatamis para practicar judo. A pocas cuadras, en Puerto Madero, se
ubica el campo de deportes.
El arte tampoco pasa inadvertido. Además de los múltiples
talleres, se dictan materias obligatorias. En una de las aulas, al
momento de esta visita, una gradería de coro cobija a los alumnos que
escuchan atentos como el docente ejecuta una pieza clásica en piano.
Dos tesoros ineludibles
El edificio de tres pisos y un subsuelo, que es
Patrimonio Histórico, cobija una biblioteca que es una verdadera joya
por el capital que acuna y por la belleza de sus anaqueles y escritorios
de estudio. Ocupa varias plantas coronadas por una cúpula vidriada. El
personal especializado luce guantes que permiten manipular aquellas
ediciones históricas y frágiles, como los programas de estudio de 1885 o
aquel Libro de Viajes de 1511. Entre los 130.000 ejemplares de su
patrimonio se destacan las Obras Completas de William Shakespeare en
tamaño pocket cocida con hilos dorados, la edición de
Juvenilia con ilustraciones de Raúl Soldi, o el
Quijote impreso con incrustaciones de marfil.
El otro gran tesoro que alberga el solar de la calle
Bolívar es el Aula Magna. Totalmente restaurada, se constituye en el
gran salón de actos de graduaciones. En su planta superior, un órgano de
3600 tubos, de 1920 traído de Alemania, aún funciona de manera
impecable. Es uno de los tres más importantes con los que cuenta el
país. Glorioso punto final para una visita enriquecedora e inolvidable
que hasta nos hace sentir parte de alguna página de Miguel Cané.
"El colegio ha sido, y es, cuna de la intelectualidad del
país. Por eso las visitas permiten, no solo bucear en los aspectos
arquitectónicos tan valiosos, sino también en los valores que se forjan
aquí dentro, ya sea desde la historia como desde el presente", concluye
Lucas Canali, a quien se le percibe orgullo y pertenencia con este
colegio referencial de la ciudad que sigue siendo faro de ideas y que
abre sus puertas para ser conocido por todos.
Data
Días y horarios de visitas: Jueves 17.30 horas. Sábados 13.30 horas. Duración: 90 minutos.
Valor del ticket: $50. Para acceder se debe presentar el DNI o CI.
Prohibido ingresar vistiendo musculosas, ojotas o camisetas de equipos de fútbol.
Solo se puede realizar con reserva previa a través de
la web.